No existe la posibilidad de que un gran asteroide destruya la Tierra o la desvíe de su órbita tras impactar contra ella, porque todos los cuerpos capaces de provocar un desastre a escala planetaria están controlados", asegura taxativo Juan Fabregat, catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València. El científico valenciano se basa en los resultados de los programas de investigación que han permitido controlar los grandes asteroides: "Por su tamaño son más fáciles de detectar y, por tanto, los conocemos y sabemos que en el futuro próximo no existe ninguna posibilidad de un impacto catastrófico contra la Tierra".
Los pequeños son incontrolables
El profesor Fabregat afirmó, sin embargo, que no puede garantizarse al cien por cien la seguridad de los habitantes de nuestro mundo, por cuanto existen asteroides que, por su tamaño pequeño, son difíciles de detectar, aunque resaltó que el peligro es comparable al daño que pueda provocar la caída de un avión o un pequeño terremoto. "Siempre se puede escapar al control un asteroide pequeño, -advirtió- pero el daño sería menor. Excepto para ese mínimo nivel de destrucción, comparable con el que causaría la caída de un avión o una pequeña catástrofe natural, los grandes asteroides están bien controlados".
Tras los grandes asteroides capaces de causar una catástrofe global, el miembro del Observatorio Astronómico de Valencia se refirió a los cuerpos que no son lo suficientemente grandes para "romper" la Tierra o apartarla de su órbita, pero que por su tamaño -entre 100 y 500 metros- podrían producir los efectos de una bomba atómica y destruir una zona del tamaño de entre una gran ciudad y una provincia.
Sobre los nuevos planetas que se siguen descubriendo, los llamados NEO (Near Earth Object), dijo que son cuerpos de entre 100 y 200 metros que provocarían una catástrofe local si cayeran en una zona poblada. Fabregat resaltó, no obstante, que los programas de investigación catalogan todos los objetos de ese tamaño, siendo ese el actual límite de seguridad, por lo que cada cierto tiempo se produce una alerta, como la del Apophis, un asteroide que se aproximará mucho a la Tierra en 2029 y 2036, "que no impactará, aunque si lo hiciera solo produciría una catástrofe local".
Desviar las órbitas
Como contraposición, destacó los proyectos que desarrollan las agencias espaciales, -como el que realiza la empresa española Deimos, con el ex astronauta Pedro Duque al frente-, "que proponen técnicas para desviar los objetos peligrosos de sus órbitas, unas misiones técnicamente factibles aunque caras", afirmó Fabregat.
Una de ellas consistiría en el envío al asteroide de un cohete que, tras posarse en él, mantuviera su motor activo para empujar el planetoide. Como la masa del asteroide no es grande, su órbita iría cambiando poco a poco hasta evitar la Tierra si se le comunicara una pequeña energía. Otra técnica radicaría en la construcción de una gran nave espacial que, por la gravedad de su masa, también tirara de un asteroide de hasta 200 metros de tamaño y lo obligara un poco a seguirla, desviando así su órbita.
La tercera serviría para asteroides de constitución volátil, principalmente de hielo. Consistiría en reflejar la luz del Sol sobre un lugar concreto del objeto mediante un espejo. La comunicación de energía produciría una sublimación del material y se evaporaría el hielo, por lo que al salir el vapor la conservación del centro de masas empujaría al asteroide fuera de su órbita.
La formación de los asteroides
Con anterioridad a analizar las probabilidades de que algunos asteroides lleguen a impactar contra la tierra y las posibilidades de prevenir las catástrofes que provocan, el profesor Fabregat explicó las causas por las que existen piedras, cuerpos o asteroides que vuelan cerca de la Tierra y que en un momento determinado pueden caer sobre ella.
El científico valenciano se trasladó hasta la formación del sistema solar, señalando que durante la configuración de los planetas quedaron pequeños cuerpos sueltos -entre Marte y Júpiter, la mayoría- que eventualmente pueden aproximarse a la Tierra y chocar contra ésta, produciendo una catástrofe como ha ocurrido en ocasiones en el pasado.
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